sábado, septiembre 16, 2006

durango-mazatlán 2006

Durango – Mazatlán.

360 km.

2 días, rodando todo el día.

El Camión.

Como toda travesía entre semana, ya sea para negocios, escuela o esparcimiento, me encontraba separando las cosas y preparando la ropa, metiendo todo hecho bola a las maletas y esperando no olvidar nada en la casa a menos de una hora de la salida del camión. Todo listo? No olvido nada?... me parece que no... Vámonos…

Afortunadamente el tráfico de casi media noche entre semana es casi nulo y llegué a los pocos minutos a la central, donde justo formándome en las filas de Ómnibus de México, apareció un individuo preguntando: “Tú también vas a lo de Durango?”… no era obvio que él fuera pues no traía nada en las manos, ni maletas… pero supongo que yo con mi caja enorme (la bici, por supuesto) no pasaba muy desapercibido que digamos. “Claro que sí! Tú también?... Nos vemos ahorita!!”

Después de meter las bicicletas y ante la mirada un tanto atónita de algunos circundantes, comenzaba ya la emoción de lo que estábamos a punto de hacer… Ninguno había corrido más de 100 km, menos acampando y en otra ciudad, pero ganas no hacían falta. Intercambiamos unas cuantas experiencias pero para pronto el cansancio de toda la semana (y eso que apenas era miércoles) se dejó venir y caí dormido en mi asiento.

Durango.

A las 6:21 am del segundo día desperté justo cuando íbamos llegando a la central, no habiendo dormido mucho en realidad.. El resto del día se pasó entre conocer a la familia de Pepe, armar la bicicleta e ir al Club Olympia a registrarnos para el día siguiente y recibir instrucciones. Para esto me había reunido con los dos chavos de Monterrey que conocí en el camión (Jorge y Sergio). Para los que tengan duda, son corredores independientes.

No es que Durango sea la mejor ciudad para bicicletear en sus calles, pero al menos no es como en Monterrey donde te echan la lámina si te ven pedaleando por ahí. Llegamos sin contratiempos (bueno, una subidita en bici y preguntarle a mucha gente dónde demonios estaba semejante club) y conocimos al “güero” y a “pichu” en persona.. Simpáticos. Después de alegar un poco sobre los jerseys (que si venían incluidos, que si no..) y después de inscribirnos conocimos un poco más de Durango, la Plaza de Armas, sus banquetas extremadamente altas, un cajero automático y demás zonas pintorescas.

Comimos en el restaurante “El Jardín de los Canarios” donde conocimos “al socio” y su novia quien había decidido hacer caso a las advertencias de lo pesado de la travesía y decidido que este año no, pero el que seguía seguro que sí. Después de unas cervecitas se dejó venir el sueño, así que nos arrastramos cada quien a su aposento a esperar que comenzara la “cena de carbohidratos”…. Obvio quedé dormido al poco tiempo y desperté ya tarde, pero todavía a tiempo para disfrutar de una pasta, algo de ensalada y un bolillo…. No precisamente lo que esperaba, pero de que era cena de carbs, lo era.

Luego de una sesión de fotos, videos y explicaciones de la logística del día siguiente, nos dejaron ir para descansar y dormir temprano.. nosotros, claro, no habíamos quedado precisamente satisfechos con esa cena así que nos fuimos a taquear un poco (ya saben, lo ideal antes de una salida extenuante, jejeje) y de paso conocer sobre las costumbres duranguenses/durangueñas culinariamente hablando.

Después de comprarme mi Gerber obligado, preparé el uniforme, los tenis… y a dormir, si es que fue posible.

El arranque.

Cabe mencionar que Pepe había decido llegar el mismo viernes en la madrugada en vez de asistir al registro el día anterior.. qué responsable es la gente, digo yo!!! La falla ocurre cuando falta media hora para arrancar, y Pepe todavía no llegaba a Durango, jajaja… pero pues a los pocos minutos llegó y en zumba a la central y de ahí directo al lugar de arranque. Cabe destacar también que yo me quedé dormido (para variar) y también estaba algo apurado, aunque claro, yo ya tenía la bici armada.

Llegamos al lugar de salida cuando dicen con el altavoz “17 minutos para arrancar” y orale, a armar la bici entre los tres (con el apoyo de su papá) y a ver todo el rollo del resto del equipaje. Afortunadamente todo salió a tiempo y hasta tuvimos unos breves minutos de reflexión y bendición antes de arrancar ante el clamor de los demás ciclistas… era de noche, teníamos nuestras luces, la emoción, las sonrisas, los chiflidos, aplausos… y para pronto el sonido de los clips y la gente comenzando a rodar.

La primera hora se pasó rapidísimo y ya estábamos en las afueras de Durango, tomando la carretera hacia Mazatlán. Había amanecido y comenzó la primera parte emocionante: desviación hacia terracería. Después de pasar de largo a una señora que se quejaba del lodo (al parecer no se quería ensuciar), comenzaron los paisajes interesantes con flores rosas/lilas/moradas… qué color es ese?... bueno, y flores blancas y amarillas, praderitas verdes, etc… Comenzaron a salir las vaquitas bonitas, vallas de madera, etc… saliendo de Durango la vida campestre había nacido bastante rápido.

Fuera de unos cuantos charcos que inocentemente vadeamos, la primera parte de terracería fue bastante normal sin novedad alguna, hasta llegar al siguiente puesto de control.

Empieza lo divertido.

Después de pasar varios alambres de púas, entramos a varios terrenos con una senda para andar en bici entre pastizales o pinos. Pasamos algunas vías de tren y comenzaron los pinos, señal clara de la altitud que íbamos ganando. Para esto los shifters de Jorge de alguna forma se habían .. pues, caído vilmente jaja.. y pues andaba con poquitos cambios, aunque ni parecía porque iba hasta más rápido que nosotros.

Llegamos a un laguito donde nos tomamos una foto grupal, no sin que antes me cayera enfrente de todos porque los cleats se habían apretado durante el recorrido anterior… es la verdad! No tengo idea de cómo, pero se apretaron y batallé más de lo normal en sacarlos.. todo bien, caí sobre suavecito jajajaja… eso sí, todos temíamos una ponchadura pues las piedras estaban medio feas.

Durante todo este tramo de terracería pasamos por varios prados llenos de flores, hortalizas, árboles.. hubo varios en particular que parecían sacados de una película con aquellos prados que uno cree que no existen, con flores, nubes bonitas y vaquitas pastando… pasamos por puentes, entre los que destacan el de Otinapa: un puente para vías de tren a más de 110 m de altura… no miren hacia abajo!... Después de toda esta experiencia vacuna por primera vez quise ser una vaca y ser feliz y pastar en el pasto y grumiar bajo la sombra… pero de momento a seguir pedaleando que faltaba mucho todavía.

Lo interesante aquí es que a los 40 km uno sigue divertido, a los 80 km uno comienza a hacerse a la idea de que esto no va a tener fin pronto, a los 100 uno comienza a resignarse pero a los 120 uno ya quiere que se acabe! Y obvio a la vez no, pues para eso dedicamos un fin de semana completo.. pero no nos adelantemos…

El desayuno a los 80 km’s en Navíos estuvo bastante bien, frutas, ensalada de pollo, etc… Habíamos quienes necesitamos un mecánico pero ni sus luces. Nos arrearon un poco y para la segunda parte comenzaron subidas pesadas y tramos en carretera con los carros pasando a un lado saludando o mentando, había de todo.

El resto del mediodía se fue entre bajadas divertidas estilo Cola de Caballo (sin caídas esta vez, por favor.. eran un poco más abiertas) y velocidades de hasta 60 km/hr. Lo malo es que sabíamos que todo lo que bajábamos lo teníamos que subir, al menos hasta llegar a La Ciudad (así se llama el poblado).

También para esto habíamos conversado con varios ciclistas más, entre los que destacaron una ciclista con número 007 quien volvería a aparecer más tarde, el socio que encontramos en el restaurante en Dgo el día anterior, LA HERMANA DE MANUEL MARRUFO (alguien nos gritó “Borregos!” y de ahí se suscitó la plática), etc…

Ya era de tarde y sabíamos que íbamos medio atrasados, los grupos se habían desperdigado un poco y más bien éramos grupos pequeños que hacíamos drafting, cuando comenzó a llover sobre la carretera. Sí, al principio fue muy divertido, gotitas inocentes que nos aliviaban un poco el calor (en realidad no hacía tanto), pero pronto se convirtió en algo un tanto incómodo… en eso Pepe dice “Tu llanta está baja”… y en efecto, no se podía ignorar semejante atrocidad… nos detuvimos en el mejor momento y bajo las mejores circunstancias, de película los relámpagos alrededor y el aguacero cayendo. Tardamos un rato en arreglar el desperfecto pero quedó bien a final de cuentas y ni señas de la barredora… Bueno, habremos de ir a tiempo todavía.

Habrán pasado.. qué, 120 km?? Ya no recuerdo, pero finalmente llegamos al preciado descanso de una hora que estaba planeado para la comida. Inocentes nosotros. Después de arreglar los cambios de Pepe que venían fallando desde el comienzo (no sé si recuerden el episodio de Iturbide, la estrella doblada y el 5to lugar), nos aventuramos a la Plaza de El Salto.

La escena habrá sido más bien lúgubre, un grupo de 4, 5 ciclistas.. .cansados, bajo la lluvia, rodando lento y con hambre, buscando la mentada Plaza. Finalmente vemos el toldo y con cansancio y mojados hasta los huesos dejamos la bici a un lado. Nos formamos y sonreímos a la encargada.

“No hay comida”.

…. ni para qué hacer corajes, después de unos momentos de negación (dicen que es el primer escalón jajaja), nos resignamos a comer sandwichitos y barras “Buen Día” de Kellog’s o algo así. Ni hablar, después de descansar un rato surgió la duda: “se arma otro grupo o nos barren hasta Mexquillo?” Obvio la duda no era por parte de los borregos y para pronto ya se había formado un grupo de ciclistas que decidieron aventarse la última parte. La lluvia había parado por unos momentos, aunque volvería tiempo después.

Se pone mejor todavía.

Así pues, después de lo peor salimos del laberinto que es dicho poblado y prontamente nos desviamos a nuestro querido “terraplén” (“no se preocupen, no es terracería, es terraplén”).

Bien, el famoso terraplén resultó ser primero una mina de charquitos con lodo aguado que nos dejó bien bonitas las boquillas de las camels y las ánforas, para después convertirse en “el mejor paseo de toda la vida”, como lo describió un señor de 60 o 70 años que rodó (según nos dijo pichu) por el mismo lugar. Qué hizo tan especial este paseito? mmm digamos que plastas de lodo… hasta daban ganas de agacharse y hacer tortitas de lodo jaja… fueron menos de 5 km’s pero habrán sido los más largos de toda mi vida. Para esto ya se habían bajado los efectos de los sandwichitos de mermelada y crema de cachuate, y más bien estaba cansado y envidiando a las vacas pastando alrededor. Pasamos una cabaña de madera que con un poco menos de luz se hubiera visto más bien lúgubre, con la leñería al lado y el bosque de fondo… Bien pues en este viaje de lodo punteamos Pepe y yo con otros tres ciclistas, a veces uno en frente, a veces no… más bien dependía de las condiciones que cada quién escogiera. Aquí se olvidó toda moral en cuanto a normas de higiene, y veíamos los pedazos de lodo salir salpicando.. entre nosotros, a los demás, de la nada…. Afortunadamente no hubo caídas, más que una traba por otro ciclista que no pudo y se detuvo, casi tirándonos a mí y a Pepe justo detrás (recordé a las hienas del Rey León justo antes de caer a las espinas, jejeje). Llegó el momento más cansado de mi vida en que creí que ya no podía un metro más, cuando me caía de lado y no aguantaba el cansancio y lo que Pepe describe como “dolores posteriores”, pero al chutarme un gel todo terminó mejor. Tenía que terminar tarde o temprano, y en el puesto de control nos tomamos las debidas fotografías.

Después de eso comenzamos otro pedazo de pura carretera y si mal no recuerdo, de ahí fue pura carretera hasta Mexiquillo.

La recta final.

No pasamos por los túneles kilométricos debido a un derrumbe que hubo, los frenos comenzaban a fallar y velocidades de 50 km/hr me ponían un poco nervioso debido a las condiciones climatológicas. No hubo percances más que camiones pasando velozmente, agua en los ojos y en demás partes interesantes. Después de varias curvas llegamos a un entronque donde el camino original era entrar a terracería, pero entre el grupo se tomó la decisión (claro, después de que nos enfriáramos) de seguir por carretera, aunque hubo quienes decidieron dejarse barrer. La última parte la hicimos bastante rápido, decididos ya a terminar lo antes posible. Comenzamos varios. Me encanta el concepto que tienen de “nos vamos en grupo con un carro enfrente y otro atrás”. Las condiciones eran adversas pero la organización y seguridad, peores. Pepe, otro “compadre” y yo punteamos, pero en una subida gracias a las subiditas del spinning al tono de tetris dejamos al compadre atrás (me sentí un poco mal por él) y nos la aventamos Pepe y yo solos el resto del trayecto.

A los 166 km’s me resignaba y esperaba rodar 15 más, cuando íbamos llegando al poblado afuera de Mexiquillo. Pronto entramos a dicho paraje, mojados hasta por aquellos lugares que uno no sabía que se podían mojar, pero satisfechos de llegar por fin a un lugar seco. La lluvia había parado y todo prometía ser mejor… claro, hasta que las cosas no llegaban, ni la casita, ni la ropa seca.

Acampando en Mexiquillo.

Después de esperar un rato abrieron el camión y pudimos armar la casita de campaña… Pepe dio un show a la luz de la luna al cambiarse de ropa completamente por algo más seco.. yo todavía no me cambiaba sino hasta después de armar la casita y hacer corajes porque no aparecía mi ropa seca (problemas, problemas)… De hecho fue algo muy curioso porque le pregunté a Pichu que qué onda, mi ropa no llegaba y me prestó una sudadera… misma sudadera que momentos después me reclamaría una chava a la hora de cenar “Oye, ésa que no es mi sudadera???”… jajaja criii crii…. cómo responder a semejante pregunta? “estee….. lo que pasa es que tenía mucho frío y me la encontré por ahí y me la puse”… o “…. no, es mía =) … en serio! tiene mi nombre!, mira” (y en eso corría) .. o … “fue idea de él” (señalando a Pepe).. finalmente le dije la verdad y se molestó un poco.. pero no me importó mucho, su servidor tenía friito!! De hecho hubo un caso de hipotermia.. al pobre lo barrieron en un remolque metálico y con el frío y la lluvia y el viento.. pues era obvio que algo le tenía que pasar.

Eventualmente llegó mi ropa y me di mis vueltas para ir y reclamar varias cenas más, devolver la sudadera y dar las gracias, así como dar una visitada a la letrina más tenebrosa… imaginen la típica letrina con media luna en la puerta, de madera, escondida entre los árboles justo en esa franja donde termina la iluminación y comienza la oscuridad del bosque… si tienes mala suerte, verás unos ojos malvados que te observan desde la oscuridad y habrá sido demasiado tarde… Bien, pues a lo que iba y adentro ni modo, de aguilita… o qué, soy el único que de niño tenía miedo a las letrinas de madera con media luna en la puerta escondidas en el fondo de un bosque?

No necesitan saber más detalles.

Al volver a la casa de campaña di mi propio show también a la luz de la luna y posteriormente acomodé todas mis cosas mojadas… no sin antes desear que a la mañana siguiente mágicamente estuvieran secas y calientitas como recién salidas de la secadora.

Iluso.

Durmiendo bajo la lluvia.

Habrá sido desde las 3am cuando me despertó el “squish squish” que hacía mi cabeza al apoyarse sobre el sleeping… no estaba mojado, estaba inundado el lugar! Pepe despierto también, el agua había entrado y todo estaba inundado.. mejor nos hicimos mensos y a esperar a la mañana.. Despertando cada 20 minutos y preguntándonos si esto acabaría algún día.. si Tláloc se vería buena onda y se iría este fin de semana, dejándonos un sol radiante que secara nuestras ropas al día siguiente…

Pues la realidad distó mucho de ser así, cuando al día siguiente nos dimos cuenta de varias cosas:

1) Levantamos las mochilas y estaban chorreando agua.

2) La puerta de la casa se había quedado misteriosamente abierta toda la noche.

3) Al levantar la casa nos dimos cuenta que mejor lugar no habíamos podido escoger: habíamos acampado SOBRE UN CHARCO…. lo cual explicó muchas cosas.

Damnificados en refugio.

Nos llevaron al refugio de “La Ciudad” (un auditorio con varias chimeneas), donde ensopados y con frio nos dispusimos a secar nuestras ropas … el vapor salía y la gente se quejaba. Más bien resignados, aceptamos la decisión del coordinador general cuando nos explicó que no era posible continuar con el recorrido pues el clima estaba de lo peor, las carreteras bloqueadas, y la lluvia a todo lo que daba.

Entre cabizbajos por perdernos la segunda mitad y la playa de Mazatlán, y entre satisfechos por haber dado lo mejor el día anterior, tuvimos sesiones plenarias, o mejor dicho, sesiones de “ya me quiero ir, por qué no llegan los camiones”, esperando a que nos dieran luz verde para marcharnos de ahí.

Finalmente aparecieron los famosos camiones y yo no sé dónde quedó todo el staff de los coordinadores, pues entre ciclistas subimos las bicis que faltaban a los camiones, y parte del equipaje… no todo, sin embargo, faltaba una pieza, como lo descubriríamos más tarde.

De vuelta en Durango.

El camión iba muy rápido, casi tan rápido como Herbie en la película que nos pasaron, así que mejor decidí dormirme.. no batallé, la verdad… al parecer me gané fama de dormilón…. Finalmente el camión nos dejó en el mismo lugar en el que 36 horas antes habíamos comenzado la travesía, y decidimos comer unas deliciosas hamburguesas en un restaurante cercano al lugar.

Estuvimos esperando el equipaje y las aventuras continuaban… entre ellas el ataque de la 007 que mencioné párrafos atrás, un tanto desesperada, por no decir histérica, pues no encontraba una de sus maletas (si supiera.. hay cosas peores que perder sólo un par de tenis…)… aún a pesar de eso, el buen humor reinaba, pero eso sí, ya cansados y de vuelta en Durango, yo no quería sino volver a Monterrey, a una cama seca… mientras más seca y calientita mejor.. no más lluvia!

Finalmente el papá de Pepe nos dejó a los dos paisanos Jorge y Sergio, y a su servidor en la central de autobuses, tomando la corrida de las 7:30 pm para Monterrey. Ya no quería saber más, dormí pronto no sin antes recordar los episodios más coloridos del único día en que rodamos todo el día.

A pesar de que las cosas resultaron muy distintas a lo que esperaba… no terminamos el viaje, me perdieron una maleta con un buen de cosas importantes, tuvimos que pagar el jersey del recuerdo, nos debieron la mitad de las comidas y de milagro no agarramos una pulmonía… la experiencia fue en efecto como el slogan lo advirtió: “una experiencia inolvidable!” … las fotos hablarán más que estas casi 7 hojas de debraye que tanto me caracteriza… a final de cuentas la experiencia no se repetirá, pero la oportunidad de hacerlo mejor si todo sale bien, sí se repetirá y en ese entonces ojalá estemos preparados para realizar el viaje completamente y sin tantos percances!

Dejando abierto el espacio para los comentarios que Pepe quiera agregar una vez que vuelva a Monterrey (seguro me faltaron cosas por comentar, pero no hay tanto tiempo para repasar con detalle cada etapa del viaje), los dejo con algunos consejos para aquel que se atreva a retar al Espinazo del Diablo el siguiente año:

- Vayan preparados para la lluvia, uno cree que no, pero sí pega. Lleven muchas bolsas para todo.

- Eviten poner su casa de campaña sobre un charco.

- Sería buena idea no olvidar la cámara fotográfica, o el ánfora, en casa.

- Lleven un cambio extra, siempre.

- Igualmente un cambio extra de ropa para bici… uno cree que no importa ponerse “la ropa sucia” del día anterior… pero sí importa, sobre todo si está completamente ensopada.

- Papel de baño. Mucho papel de baño.

- Mantengan vigilado su equipaje todo el tiempo,.

LO MEJOR:

- Las nubes, el sol, los prados, las flores….

- Explorar los límites de la resistencia humana propia.

- Rodar a más de 60 km/hr y tomar curvas sin caerse.

- Rodar con la lluvia sobre la cara, sin que eso nos frene.

LO PEOR:

- Dormir sobre un charco… literalmente, sin exagerar.

- Perderse de la mitad más grande de un paseo de 360 km’s.

- Que me perdieran una maleta con objetos importantes dentro de ella.




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